miércoles, 31 de octubre de 2012

DESDE LAS ANTÍPODAS: MAD BASTARDS (2010)

"...tengo a un hombre con una puta hacha dentro de mí, y no lo puedo controlar."
Más cine australiano del bueno, que ya tocaba. La cinta independiente estrenada en el Sundance de ese año y dirigida por el desconocido (hasta el día de hoy) Brendan Fletcher es de las que calan hondo en el espectador. Un drama suburbial, con violencia y alcoholismo de fondo. Nos narra una historia mil veces contada, sí, pero no por repetida dejará de cansarnos jamás. Al menos, siempre que esté bien narrada y tenga cierto grado de credibilidad y honradez como es el caso de MAD BASTARDS. La peli, en determinados momentos, y por el tema a tratar, puede pecar de cursilada para el cinéfilo más exiginte. Nada más lejos de la realidad. Tal vez semejante miopía tenga que ver con los prejuícios del espectador 'entendido' más que por otra cosa. Y para nada le resta méritos el que sus protagonistas, todos aborígenes, se pusieran por vez primera frente a las cámaras, o/y que se note que el director todavía esté arrancando en la profesión; es más, a mí todo esto me parece fantástico. Estamos ante un film para recomendar cor los ojos cerrados. Testimonios reales para una película sobre la cruda realidad, documento visceral del pueblo aborigen. Rodada en espacios naturales de gran belleza y sana espiritualidad. Con una música para perder el sentido, country-folk del desierto para demostrar que hay todo un mundo de sonidos por descubrir allende el océano. Para finalizar decíros que si os gustó un film como la neozelandesa Gerreros de Antaño (Lee Tamahori, 1994), con la que Mad Bastards guarda cierta similitud, tendréis una razón más para no perderos esta dura y, a la vez, hermosa película.

viernes, 12 de octubre de 2012

DIRECTOS A.T.A.: LEGENDS OF ROCK'N'ROLL. Despedida en el crepúsculo

LEGENDS OF ROCK'N'ROLL (DVD). La 'ciudad eternea' ardería de nuevo en 1989 tras el paso de una plelade de bárbaros rockeros irrepetibles. Con treinta años de retraso estos siete carrozas 'enviagrados' le  mostraron a la plebe romana como funciona un circo. Soul, blues, rtythm & blues y rock'n'roll, béstias y sonidos primitivos para un evento legendario. Ahí estaban Jerry Lee Lewis, James Brown, Bo Diddley, BB King, Fast Domino, Little Richards y Mr. Ray Charles cerrando una gloriosa página de la historia de la música moderna.

¡Los que nunca morirán te saludan!


Arrancó macro festival James Brown embutido en su traje de lentejuelas azul marcando paquete y recien salido del trullo. El padrino del Soul atacó "Papa's got a brand new bag" como mejor sabe hacerlo, deliciosamente, para terminar su bis con una aceleradísima "I got you (I feel good)" que la macarra plebe digirió entusiasmada. Él mismo presentaría al siguiente gladiador de la velada (menos Jerry Lewis esto harían cada una de las estrellas de aquí en adelante) que no fue otro que uno de los interpretes más injustamente olvidados de la historia del rock, hablamos del señor Bo Diddley. El genio de la guitarra cuadrada y sombrero negro de cowboy recordó que temas como "Bo Diddley" o "I'm a man" son estandartes vivos que perduraran hasta el fin de los tiempos. La noche promete ser salvaje. La siguiente y rutilante estrella, Ray Charles, se acomodó en su piano y cegó al respetable al ritmo endiablado de "Mes around". La sorpresa llegó desde los primeros acordes de la gospeliana "I'm a fool for you" , un temazo lento que nadie se esperaba y que sonó divino. Sonriente, como siempre, y con el público a sus pies, abandonaría Ray Charles el coliseo romano para dar la bienvenida a un retocadísimo Little Richard. El músico georgiano fue el que menos aportó al bolo. Para lo poco que hizo mejor hubiese sido que Penniman se quedara en casa. El reverendo salió ataviado a lo Lionel Richie, es decir: horteras gafas de sol y bigotito ochenteros, pantalón y chupa de cuero negro con flecos en las mangas y, lo peor de todo, supermaquillado y con una permanente rizada y brillante para rematar tanto desaguisado. Muy escueto (salvo en su look) Mr. Penniman centró su sermón en "Great gosh a mighthy", un auténtico temazo que esa noche sonó a rancio debido en parte a la baja forma del tuti-frutti-man y a la inapropiada banda de acompañamiento (la misma que a mi entender inundó y saturó de improvisaciones los dos temas de Bo Diddley). Lo más increible y descacharrante fue ver a Richards chorrear sudor como un cerdo antes y durante los apenas tres minutos que duró su faena; un puto crak. Como el siguiente que subió a escena. Ahí estaba el unico blanquito entre tanto quilate de ébano. El Killer resplandecería como en sus mejores tiempos, una gala a su altura en la que no podían faltar sus himnos rebeldes "Great balls of fire" y "Whole lotta shakin'..." que tantos éxitos le dieron. Pero a un servidor el que se la puso dura de verdad fue "The wild one (Real wild child)", uno de los grandes momentos de la noche, de lo mejorcito de una reunión ya de por sí memorable. Jerry Lee Lewis sería el único que se atrevería a tocar tres temas derrochando sensaciones de rock and roll a raudales. Sus dedos, pies, y trasero, se deslizaban como centellas por las teclas del quemado Steiman & Son. A chulería no le gana nadie. Trajeado imponentemente, se remangó y, con su peine azul en su bolsillo trasero, resfregó y magreó su 'paquete' por todo el teclado, poseído, sin parar de menearse al caliente ritmo del rock que lo inundaba todo. Partió el César a sus aposentos y Fast Domino continuó con el santísimo sacrificio. Los dioses paganos de Roma estaban más que satisfechos. Las seis cuerdas maestras de B.B. King cerrarían con honores semejante reunión crepuscular. Sobran las palabras. La jam session final rubricó una noche histórica para el rock and roll y para el pueblo de Roma.
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