sábado, 11 de diciembre de 2010
-BILL HICKS. EL COMEDIANTE TOTAL
Esto no es humor de resbalón y tropezón...
He de reconocer que desconocía las hazañas de semejante personaje pero después de ver este monudocumental sobre el cómico Bill Hicks no puedo más que arrodillarme ante la radiante lucidez y energía desprendida de la mente de éste tío. Realmente me ha conquistado. Ser un predicador en el desierto es duro, pero ser el predicador al que hay que silenciar a toda costa lo es mucho más. Los sucios garitos de stand-up comedy de Houston, y todos los existentes de costa a costa de los Estados Unidos de America, vieron crecer a este comediante burlón y activista (a su manera). Desde prematura edad para estos casos, -15 años tenía cuando se plantó por primera vez ante el publico- Hicks encontró su propia voz traspasando la línea de lo que se entendía por "comediante". El camino recorrido fue duro, eso sí, pero golpe a golpe, y a su manera, el bueno de Bill rompería moldes. Al comienzo se burlaba y parodiaba de su propia familia (sobretodo a su padre), de los profesores y compañeros del colegio... y ya se le veía algo distinto. Hongos alucinógenos, alcohol y cocaína le ayudaron a dejar de lado su timidez frente al público y lanzarse a por todas. A los 20 ya era todo un curtido veterano en los circuitos de su país. Sexo, política, estado, religión, guerras, televisión, hipocresía... nada quedaría a salvo de sus latigazos, nadie estaba a salvo de sus palos. Una lúcida verborrea que le haría volar alto, sin límite alguno, riéndose de sí mismo y de todo Diós... Nos reímos con y de sus gracias, cuando realmente deberíamos de avergonzarnos de nosotros mísmos. El humor es un arma en manos de Hicks y su metralla dialéctica todavía levanta ampollas hoy en día. No siempre fue aceptado universalmente, pues siempre ponía a prueba la sensibilidad de la audiencia.
--Es cierto, hay buenos cómicos que no necesitan tanta revolución para hacernos reir (Richard Pryor, John Belushi..), otros muchos, sin embargo, necesitan hacer el tonto, poner caretos y gesticular como monos para hacerse notar (nada que no hayamos visto miles de veces) pero Bill Hicks hay uno solo. Lograría desintoxicarse (sus mejores shows son de esa época, -yo me los descargé de la mula-) pero ironías del destino un cáncer de páncreas acabaría de forma triste con su vida, a la edad de 32 años. Una corta vida, sí, pero suficiente para escupirnos a la cara, y con mucha guasa, lo que pocos valientes se atreven a denunciar por muchos años que vivan (por cierto, ni su familia ni amigos se enterarían de su terrible enfermedad hasta el ultimo momento, y ni que decir que continuó al pie del cañon hasta que le venció la muerte). Al final del visionado de AMERICAN. THE BILL HICKS STORY (2009) a uno le queda un poso amargo, como de tristeza. Tal vez séa por mi romanticismo, o por que me gusta la gente indomable y rebelde, no lo sé, pero es mi sentimiento... El saber que hemos perdido al más grande cómico de stand-up americano (Eso sí, con permiso de Lenny Bruce). El "Confucio de la comedia". Un tipo alegre... y mosqueado. Un ser complejo... y acomplejado. Un puto genio.
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