miércoles, 19 de enero de 2011

JOHN HURT DA VIDA A QUENTIN CRISP

-A ENGLISHMAN IN NEW YORK (Richard Laxton, 2009). Llegé a este título a través de John Hurt. Desde "El Hombre Elefante" el demacrado inglés es una de mis debilidades como actor. The Proposition, V de Vendetta, Wild Bill, 1984, Clave Omega... son algunos de los films que han contado con su innegable talento. Además, como buen actor de reparto que es, hace soportable una mala película tan solo con su veteranía y presencia (Rob Roy, Los Crímenes de Oxford...). En esta "A Englisman in New York" está que se sale de bien. Hacía mucho tiempo que no le ofrecían el papel de actor principal de un film, y aquí, una vez más, deja claro que no se le ha olvidado actuar. A la altura de Peter O'Toole y Ian McKellen, que junto con Hurt son de lo mejorcito de la que le queda a la vieja profesión. En esta deliciosa película interpreta de forma magistral al famoso orador público, actor, escritor y modelo inglés Quentin Crisp (nacido Denis Charles Pratt; 1908-1999), icono gay de los 70 autor de "El Funcionario Desnudo"(The Naked Civil Servant) obra pseudo-biográfica llevada al cine en 1978, siendo esa la primera vez en la que Hurt interpreta el personaje de Crisp. ¿Y qué tiene de bueno Un Inglés en Nueva York además de John Hurt? Pues, el atractivo de la ciudad del título. La explendorosa urbe que venímos repasando de cuando en cuando en este fanzine. En ella se instala el memorable sarasa de Crisp tras el éxito que tuvo en Londres "El Funcionario..." y enseguida se gana al público americano gracias al agudo ingenio de su verborrea y su exhibicionista manera de ser y de contar historias. Si en primera instancia se instaló en el histórico Hotel Chelsea, epoca que coincidiría con la muerte de Nancy Spungen, acabaría instalándose en el vivo Lower East Side de Manhattan hasta el fin de sus días. Tan enamorado estaba de su barrio y ciudad (reflejados de manera entrañable en el film), que su último deseo fue que esparcieran sus cenizas por dichas calles. El film se visiona con agrado y es de corta duración, apenas 70 minutos. Quizá por eso se pasan por alto algunos hechos de su vida neoyorquina, como el altercado dialéctico que tuvo con un desafortunado W. S. Burroughs, su amistades con Andy Warhol, David Bowie o el "police" Sting (que le dedicaría a Crisp la famosa canción que da titulo a la péli). Del resto de la cinta, nada que reprochar. Está su amistad con el desafortunado pintor Patrick Angus; sus locuaces performances en teatros y platos de tv; su distinguida personalidad inglesa, no exenta de vivir literalmente en la mugre, hacia el final, pese a tener más de 1 millón de dólares en su cuenta bancaria...; y aquella frase que salió de su boca "el Sida no es más que una moda". Verdad a médias que le canjearía numerosos problemas. Nada en comparación con los que tuvo que haber pasado de joven el la machista Inglaterra antes, durante, y después de la segunda Gran Guerra. A su manera, un personaje con honores de punk.

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