miércoles, 14 de agosto de 2013

EL RINCÓN DEL PINCHADISCOS: "STORYVILLE" (ROBBIE ROBERTSON, 1992)

Siempre consideré a LA BANDA como una de las formaciones más espléndidas que haya dado el rock americano jamás. Una institución (nunca llegaron a necesitar un nombre para el grupo, simplemente se les llamó así) que evoca en cada uno de nosotros una especial nostalgia por aquellos maestros artesanos -modestos músicos de carretera- que componían canciones sin mas historia que la de entregarse a la música de raíces que tanto amaban. Sin nada a cambio. Casos únicos. Porque el Rock sincero que sale del alma es un modo imposible de vida.

En su día lloramos la muerte de Levon Helm, sensacional cantante y batería de The Band, como no podía ser de otra manera. Ahora queremos rendir tributo (en vida) al que tal vez fuese su componente más visible: Robbie Robertson. El insigne guitarrista fue para muchos el líder de aquella gran formación. Pero no se confundan, en LA BANDA nadie sobresalía por encima del resto. Tal vez por eso mísmo se consideraban una BANDA. Cierto es que ser amigo personal y colaborador de Bob Dylan o Eric Clapton, además de producir films para su 'hermano gemelo' Scorsese, conllevaba más atención mediática de la deseada. Pero eso es ruído de fondo. Apuntes desde el sótano... que diría el canallesco diós Zimmerman.  Un majestuoso film en vivo, "The Last Walz"(1978) -documental que está entre las diez mejores películas norteamericanas de todos los tiempos-, sirvió de triste/alegre despedida al grupo y a sus seguidores. Lo acontecido aquella solemne noche retumbará en la memoria tumbera por toda la eternidad. Inspiración, atmósfera y ambientes que elevan los sentidos a niveles crepusculares mejor y más claro que cualquier crónica o artículo escrito. Un punto final como pocas veces se ha visto y se verá. Comienza entonces un nuevo amanecer, un nuevo pulso a la emoción. No hay que precipitarse. La aventura en solitario de Robbie se cimentará en la experiencia y en la pasión del que deambula en trance por calles y avenidas de un moderno infierno urbano. La fascinación por el Sur, los mitos y leyendas que imaginó de niño, las armonías y costumbres de la vieja Dixie, los discos de Jimmy Reed y Hank Williams... Canciones para uno mismo. La sensualidad y el romanticismo por bandera.
Si el primer disco en solitario (lanzado en 1987, y titulado igual que su nombre) decepcionó a más de uno, recuperamos al compositor en 1991, año de lanzamiento de este genial "Storyville". Una obra compleja, de inagotable valor y (cívico) clasicismo. Algunos creyeron oir en los surcos de este disco ecos de un comercial sonido AOR. No escucharon con atención, pienso yo. Equivocados estaban, los muy sordos. Esta obra maestra suena a culminación de una obsesión. Regreso al hogar sureño, al ritmo de la calle, a los latidos encantados de Nueva Orleans  y a sus noches presentes. "Rompiendo las reglas"... Así tituló Robbie uno de los temas más metafóricos del Lp. Todo lo que filtran estas canciones es aplastante autenticidad. Un pulso al rock y a los fantasmas de la vida en la pantanosa tierra de Louisiana. Tómense su tiempo y Disfrutenlas. Se lo agradecerán.

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