miércoles, 5 de agosto de 2015

Aubrey Morris. RÉQUIEM POR EL HISTRIONISMO TELURICO

Aubrey Morris (1926-2015) no era una estrella de cine. Su nombre ni siquiera figura entre los secundarios más reconocibles o emblemáticos de la pequeña o gran pantalla. El aquí despedido, "simplemente" fue un más que eficaz actor de reparto. Y a mucha honra. Todo un profesional de los escenarios. Al consumidor de lecturas tumberinas no hará falta recordarle los títulos con los que Morris dio rienda suelta a su histriónismo de escuela británica. Sin duda el papel más popular, el Deltoid de La Naranja Mecánica (Kubrick, 1971). Pero sus antecedentes no terminan ahí. Frecuente en el West End londinense, e incluso en Broadway, dejaría los textos de altura de Shakespeare para otros. Así, son varios y frecuentes sus saltos de género en género, de extravagancia en extravagancia. De la comedia excéntrica de Mel Brooks (El hermano más listo de Sherlock Holmes, 1975) o Ken Rusell (Lisztomaia, 1975) pasó al humor más físico del primer Woody Allen (La última noche de Boris Grushenko, 1975). Del otrora glorioso cine de miedo de la Hammer (La sangre en la tumba de la momia; Seth Holt, 1971) acabaría por intervenir en uno de los títulos más emblemáticos del género de ciencia ficción: Fuerza Vital (Tobe Hooper, 1985). Antes había dejado su humilde huella en otro film de culto tumbero: The Wicker Man (1973). Al margen de todas esas colaboraciones en películas que hoy son referentes para muchos de nosotros, también pudimos disfrutarlo como el Harry Dix de Si hoy es martes, esto es Bélgica (1969), comedia turística de Mel Stuart perdida en el limbo del olvido en la que Morris dejó tras de sí una de sus mejores actuaciones; la marca de un método. Así recordaremos al currante de La llamada del espacio (John Gilling, 1965), con gratitud y respeto. Sí señor. Todo un lince en el arte de construir personajes al borde de la caricatura. Historia(s) de la cripta. Descanse en paz.





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