viernes, 30 de marzo de 2012
YO FUI UN ROADIE OLVIDADO DE BLUE ÖYSTER CULT
Como diría algún crítico sesudo, y estarían de acuerdo muchos de los fieles de la banda, lo que facturan B.O.C. vendría a ser lo más parecido a "heavy para metaleros pensantes", lo que en este caso es mucho más apropiado que el simple "rock orientado para adultos" que gustan decir en la wikipedia. En todo caso repasando su legado musical lo que queda claro es que los neoyorquinos son un grupo raro de cojones, unos mártires marcianos del rock en toda regla. Cual alquimistas de otros tiempos los de Long Island recurrieron a toda mezcla de esencias orquestales: rock, psicodelia, clásica, jazz, funk..., para crear un estado sónico de aúpa haciendo gala de una lograda singularidad pocas veces vista en nuestro planeta rock. Demasiado cultivados, extremadamente talentosos y, a la vez, disfuncionales, esta rara avis de nebulosa alma pop en un universo metálico acabaría creando el culto musical más extraño conocido. El significado de sus crípticas letras, de lo mejorcito del negocio sin discusión, el significado de sus enigmáticas portadas o el misterio creativo de B.O.C., entre otras curiosidades de la banda (especial énfasis en su pasión por Lovecraft), se desvelan en el formidable libro BLUE ÖYSTER CULT. SECRETS REVEALED! recientemente escrito por el lumbreras de Martin Popoff, todo explicado de forma coral y minuiciosa. Bandas oscúras y olvidadas que nunca alcanzaron el éxito fuera de los círculos especializados como los B.O.C (aunque lograrían colar "Don't fear the Reaper" entre las canciones más grandes de todos los tiempos) no están en peligro de extinción, simplemente han desaparecido. Una banda de espíritu Spinal Tap. Por eso nos gustan. Ya saben lo que se díce... Los sueños de la razón engendran monstruos.
Y ya que finalmente hablamos de cinerock divertido, les recomendamos que véan la reciente ROADIE (2011) (no confundir con el infantil bodrio ochentero de identico título protagonizado por Meat Loaf en el que tan solo las actuaciones y cameos de Blondie o Alice Cooper merecen reseña). Quiso el guionista del film que el rodie elegído para protagonizar esta historia fuese el de Blue Öyster Cult, un tipo tan acabado, prehistórico, olvidado, y, honrosamente perdedor, como el grupo para el que curraba. No es casualidad. La película también es para un público diferente. La disfrutarán los tumberos nostálgicos que rondan la cuarentena, como el que os suscribe, aquellos que se tumbaban en la cama a escuchar música pensando en la chica de sus sueños, aquellos que guardamos ciertas canciones como fotografías de nuestros recuerdos. En fin, una delícia de film independiente para disfrute de los amantes al rock duro de los años 70 y 80. Muy detallista en lo que a discos -de vinilo- se refiere (una banda como Good Rats solo saldría de un entrañable film como este). Simpática de principio a fin, dado el tema a tratar, y, que uno sepa, un título que sirve como único homenaje en pantalla grande al más que digno ofício de roadie (¿qué rockero no ha soñado jamás en servir a una banda de gira por el mundo entero?), aunque al final el mensaje de la mísma bien poco tenga que ver con cargar amplis, afinar guitarras o tirarse a groupies, y sí más con el paso del tiempo(perdido), la soledad, los anhelos, la memoria o (la falta) de amor.
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