viernes, 30 de noviembre de 2012
LÉEME: DESEO DE SER PUNK (Belén Gopegui)
Mi hermano me lo regaló (creo que fué porque lo tenía repetido, aún así, muchas grácias Chinaski). No me engañó cuando lleno de razón afirmó que me iba a gustar. Punkarra adolescente, mi hermano, hoy responsable padre de familia, más metido a Nacho Vegas que a Iggy Pop, en cuanto a lo musical, y más metido en el mundo escrito de Murakami que en el de J.G. Ballard o Jaime Gonzalo como puedo estarlo yo, me desafió a leer "literatura que no lées tú, a ver si aprendes". Queda claro que el culto y el entendido es él. Así que háganle caso y regálense esta oferta de 'otra lectura'. Novela española, escrita por una mujer, cuyo precioso título puede engañar a despistados crápulas como yo. Pero descubrí, amigos, que no va sobre la Iguana, ni sobre músicos algunos, no. La historia va de actitud y, sobre adtitudes, sí, y esa es la acertada relación del Punk en todo esto. Pero bueno, como la madrileña Belén Gopegui (de la cual desconozco si tiene una hija de la edad de la protagonista) no necesita mucho para enganchar al 'inteligente' lector como lo haría cualquier disco de los Stooges con el oyente, porque es muy buena escritora, nos regala alguna que otra referencia musical (a lo Alta Fidelidad), y lo que es todavía más gratificante, muchas críticas, no sólo al sistema, sino a los gustos y a la forma de pensar del rebaño de adolescentes (y adultos) de hoy día y de siempre, los cuales desconocen el verdadero sentido de una canción rock, la historia y relación que hay detrás de la música de moda que escuchan..., y muchas más de 'cosas que les traen sin cuidado' y demás. Por eso deberían de oir a Martina, 16 años, la guardiana entre el centeno protagonista de esta novela parída de Belén. Un relato corto, sencillo de leer, rebeldemente tierno y, al menos para mí, con un poso nostálgico. ("A ver si aprendes"...)!!
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domingo, 11 de noviembre de 2012
OBITUARIOS: ADIÓS A NICK CURRAN, EL ÚLTIMO ROCKERO VIBRANTE.
Frio, helado, sin sentido. Todavía no doy crédito al terrible mazazo que ha supuso la muerte de este joven músico que sudaba auténtico rock por todos los poros de su tatuado cuerpo. Esta noticia sí que es una cuchillada trapera del destino, o de ese Dios desconocido al que rezamos, vete tú a saber. Y lo peor es que al mundo entero parece importarle una mierda la pérdida de NICK CURRAN. Demasiado bueno para ser famoso.
Para los que amamos el rock'n'roll de verdad; no ese rock de listas engañosas, de escaparate y de emboltorio, la desaparición del último rockero brillante -y vibrante- representa una verdadera tragédia. Entiéndanlo. Es como si hubiésemos perdido a un hermano, a un amante, a tú mejor amigo... El puñetero cáncer que se llevó a Joey Ramone (de garganta) se cargó a otro de los nuestros. Joder, el rock no se merecía esta putada. Treinta y cinco tacos y todo un futuro por delante. El fenomenal cantante -y respetable guitarrista- de Biddeford (Maine, USA) tenía el culo pelado de buscarse la vida desde muy crío en este puto negocio de la música. Un currante. Un superviviente que todavía creía en los dioses. Tutelado por los mimbres de Chuck Berry o Eddie Cochran, tanto como por los de Phill Spector, Curran nos abandona dejando una huella imborrable en la historia triste del rock and roll. Lamentaré el resto de mis días por no haber ido aquella noche a Santiago de Compostela. Me decía a mí mismo verdades que hoy suenan mentiras; que ya tendría más ocasiones de verlo en vivo; que era un chico joven que todavía estaba arrancando; que tenía en los escenarios españoles plaza fija y era más que seguro que volviera tarde o temprano por aquí...Así que casi llegué a convencerme de ello. Porca miseria. Ahora sé que nunca más podré corear los temas de "Reform School girl"(2010) en visceral directo. No habrá maná caído del cielo. No saborearé el éxtasis total. Llorando agradecido pincho una vez más este soberbio legado discográfico del genio de Maine. En estas mismas putrefactas páginas de deciberfanzine salió en su día la recomendación de esta joya nada más tener conocimiento del hallazgo. Y seguiremos hasta el fin del mundo -y más allá-, contándole a nuestro hijos y nietos, las virtudes adrenalínicas de este disco eterno que destila sangre rockera por todos sus surcos. Mineralizada, vitamínica, volcánica..., atrevidamente clásica y jodidamente fresca. Honesta música para bailar, para hacer el amor, para escapar del tédio... Hoy lo escucho como una ensoñación, como una estela de notas sublimes que te llevan a remontar las estrellas en el asiento de atrás de un cádillac cromado.
Para los que amamos el rock'n'roll de verdad; no ese rock de listas engañosas, de escaparate y de emboltorio, la desaparición del último rockero brillante -y vibrante- representa una verdadera tragédia. Entiéndanlo. Es como si hubiésemos perdido a un hermano, a un amante, a tú mejor amigo... El puñetero cáncer que se llevó a Joey Ramone (de garganta) se cargó a otro de los nuestros. Joder, el rock no se merecía esta putada. Treinta y cinco tacos y todo un futuro por delante. El fenomenal cantante -y respetable guitarrista- de Biddeford (Maine, USA) tenía el culo pelado de buscarse la vida desde muy crío en este puto negocio de la música. Un currante. Un superviviente que todavía creía en los dioses. Tutelado por los mimbres de Chuck Berry o Eddie Cochran, tanto como por los de Phill Spector, Curran nos abandona dejando una huella imborrable en la historia triste del rock and roll. Lamentaré el resto de mis días por no haber ido aquella noche a Santiago de Compostela. Me decía a mí mismo verdades que hoy suenan mentiras; que ya tendría más ocasiones de verlo en vivo; que era un chico joven que todavía estaba arrancando; que tenía en los escenarios españoles plaza fija y era más que seguro que volviera tarde o temprano por aquí...Así que casi llegué a convencerme de ello. Porca miseria. Ahora sé que nunca más podré corear los temas de "Reform School girl"(2010) en visceral directo. No habrá maná caído del cielo. No saborearé el éxtasis total. Llorando agradecido pincho una vez más este soberbio legado discográfico del genio de Maine. En estas mismas putrefactas páginas de deciberfanzine salió en su día la recomendación de esta joya nada más tener conocimiento del hallazgo. Y seguiremos hasta el fin del mundo -y más allá-, contándole a nuestro hijos y nietos, las virtudes adrenalínicas de este disco eterno que destila sangre rockera por todos sus surcos. Mineralizada, vitamínica, volcánica..., atrevidamente clásica y jodidamente fresca. Honesta música para bailar, para hacer el amor, para escapar del tédio... Hoy lo escucho como una ensoñación, como una estela de notas sublimes que te llevan a remontar las estrellas en el asiento de atrás de un cádillac cromado.
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