¿Porqué tanto alboroto? Fue lo primero que pensé cuando oí por vez primera el nombre de este fulano harapiento, músico country para más señas, en las páginas de Popular 1 con motivo de la reseña de su apabullante disco I Feel Allright (1996). Todo un orgullo y un placer para mis oídos, el descubrir, no sólo una música como pocas, sino al hombre que habitaba bajo aquella pinta y, tras aquella voz, sublime en todos los sentidos. Una persona que ha dado muestras sobradas de un compromiso verdadero, que se dedica a ser él mismo, a vivir la vida y a extraer valiosisimas canciones de esa experiencia. Años más tarde se realizaría mi sueño de oir aquellos -y demás- grandes temas de su repertorio en directo (el AzquenaRock para más señas), para comprobar abobado que aquel forajido de leyenda que rasgaba las cuerdas de su guitarra con fuerza, escupiendo con rabia, deseos y lamentos humanos, sobrado de una dignidad que para sí quisieran el noventa por ciento de los que se dícen músicos, sería una de las mayores fortunas qué un servidor haya tenído el gusto de encontrar. Un tesoro en mi búsqueda de lo auténtico y lo real. Porque Steve Earle señores, és uno de esos perdedores (en el fondo de todo "ganadores") que habiendo caído lo más profundo abismo, a las mismas puertas del infierno, viviendo en el fuego purgatorio durante años, ha sabído regresar a casa para contarnoslo. Ganarlo todo y perderlo todo, para empezar otra vez desde cero, no és cosa fácil, y más si regresas de la manera en que lo ha hecho nuestro trobador con un disco bajo el brazo, el eterno I Fell Allright, convertido desde ya, en una de esas cosas que solo suceden una vez en la vida por mucho que intentes repetirlas. Al año siguiente lanzaría El Corazón (1997), un disco sin fisuras y cási al mismo nivel del anterior, pero será dificil que Steve vuelva a parir una obra semejante a I Fell Allright, cumbre e hito musical de su discografía. Un sonido REAL (permitanme el subrayado y la reiteración del término "real"), directo a la columna vertebral del oyente. Surcos que abarcan desde el country más vibrante ("You're Still Standing Here", a duo con Lucinda Williams), lo más parecido al pop sincero qué conozco (la preciosa "More Than I Can Do"), el rock'n'roll más elegante ("The Unrepentant") y rabioso ("Hardcore Troubador"), al folk más elemental y sufrido (las expeluznantes confesiones de "CCKMP" y "South Nashville Blues"). El disco del año. Música que te anima a seguir viviendo.
-El señor Earle es una contradicción andante: un artista country con actitud rock (en la capital del country, Nashville, nunca le vieron con buenos ojos. Se empeñaban en verlo como un jonqui bocazas forastero que se mofaba de la imagen hipócrita y conservadora de la ciudad), un portavoz de los desamparados, de la clase obrera, qque no ondea barras ni estrellas, un motero grasiento que deboraba literatura cual intelectual, a la vez que un paleto que luchaba contra la pena de muerte, el penoso sistema sanitario, la guerra de Irak o en favor de los nativos americanos. No es de extrañar que sintieran antipatía y se mostraran inquietos ante la actitud de un tío (que plantaba cara al sistema, sobre todo al de la industria discográfica de la que forma parte) como nuestro músico de Virginia (17-1-55). Lo que uno más aprecia de Steve -aparte del compromiso con su trabajo y sus ideales-, és su naturalidad. Sin vanas escusas. Díganme: ¿Cómo no va a ser buena la música, si está hecha desde las entrañas de un corazón rebelde?..."SI GARTH BROOKS ES UN CANTANTE COUNTRY, RUEGO A DIOS QUE YO NO LO SEA."
-La adolescencia de este bandido del country americano se basó en aprender el oficio del desaparecido Townes Van Zandt, mentor y héroe además de fuente de inspiración ("...aunque un modelo humano realmente malo", en sus propias palabras) mientras paseaba su guitarra haciendo auto stop por Texas, viviéndo una vida de excesos como hiciesen otros íconos rock como Gram Parsons o Keith Richards. Epoca en que cogería gusto a sustancias peligrosas como la heroína, siempre sin un céntimo en el bolsillo, tocando en tugurios del 74 al 82, año en que grabaría su primer disco (un EP de actitud rockabilly), esperando un reconocimiento que parecía resistírsele. Un puñado de grandes canciones ("Someday", "My old friend the blues"..) le permiten salir del anonimato y coger cierta fama gracias a la moderna sonoridad de su country rock, ideal para las radiofórmulas del momento (tipo Springsteen y John Mellecamp, que dicho sea de paso son unos entusiastas de su sonido). Son los tiempos del "Copperhead Road" (89) disco que exhibía en la portada el simbolo pirata de la calavera con las tibias, presentado como "heavy-metal-bluegrass" por su autor. Tiempos de sudores fríos, de crack, de coca... de posesión de armas sin licencia, de cinco matrimonios. Tiempos de camellos y hip-hop. Horas de deambular por las calles enajenado mientras su sulfúrico rock and roll ("The other king", "West Nashville boogie"..) suena en todas las emisoras de radio del país. Pero llega otra redada. Esta vez condena. Solo unas semanas despues de soltarlo de la cárcel, en noviembre del 94, Earle ya estaba en su querido Nashville grabando el acústico "Train a Comin". Fresco y reabilitado tras su año a la sombra, decidió que ya era hora de mostrarse(-nos) a sí mismo, su verdadero potencial. El resto es historia.
Gentes tan respetadas presumen de ser sus amigos: Jason & The Scorches, Waylon Jennings, Emmylou Harris, Jayhawks, Uncle Tupelo, Mike Ness y tantos otros colegas de profesión. Por algo será....
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