-Su curioso planteamiento temático -digamos una contrafórmula Easy Ryder-, cursada desde un punto de vista ambiguo y bastante dudoso moralmente (al menos para mí) y protagonizada por un policía que odia desmesuradamente a los hippies, la convierten en una rareza. Al final el filme se deja ver, pese al lastre que supone la dirección del tal Guercio (no conozco ningún otro título que lleve su firma). Se nota la libertad absoluta y el respaldo de unos grandes Estudios (United Artist en este caso), que como ya sabréis por anteriores artículos relacionados con el New Hollywood americano, era la política respecto al cine de aquellos maravillosos años 70 (y a la postre resultaría su ruína).
-Tras un epílogo -que puede confundirnos, mostrado a través de primeros planos, dónde observamos los brazos (nunca se ve el rostro) de un hombre friéndo un par de chuletas en una sartén, poner un viejo disco a funcionar y luego atarse un hilo al dedo gordo del pie y a su vez pasarlo por el gatillo de una escopeta para acabar pegándose un tiro en el pecho- pasámos entonces a un impresionante plano panorámico de una carretera que parece cruzar el valle de la muerte, y en lo que parece un segundo epílogo, asistimos (otra vez sin ver el rostro claramente) entre banderas americanas, al sagrado-erótico ritual de cómo se viste un póli de verdad, momento que aprovecha el director para pasar los títulos de crédito y dar comienzo a la historia. El resto del metrage podréis juzgarlo vosotros mísmos. Pero baste una imágen, la de Blake haciendo tiro contra la fotografía de unos rebeldes hippies Hopper y Fonda en Easy Ryder, para resumir la intenciones, repito, ambíguas, del filme.
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