La Luna sigue en su sitio.
Hablar de Espacio 1999 es referirse a uno de los fiascos económicos más desastrosos de la historia de la ciencia ficción y también a una de las series más kitchs, emblemáticas y entrañables de la década de los 70. La serie creada por el matrimonio Gerry y Silvia Anderson (conocidos por otra psicodélica saga: U.F.O.) se emitió de 1975 a 1978. Tuvo 48 episódios de sesenta minutos, repartidos en dos temporadas de modesta acogida. La historia de esta aventura interestelar es sencilla; en 1999, un accidente en la Luna arranca el satélite de su órbita y lo lanza al espacio con una colonia de trescientas personas, habitantes de la Base Lunar Alfa. En su vertiginoso vagar por la galaxia, el personal de la base deberá hacer frente a lo desconocido: extraterrestres, extrañas inteligencias, nuevos mundos y otras dimensiones.
Un planteamiento cientificamente insostenible. Desde Asimov a los aficionados al género, todos protestaron indignados. En la segunda temporada la productora introdujo -con calzador- una justificación más realista al hecho de que la Luna saliese despedida a semejante velocidad, con la introducción de un campo distorsionador que permitía saltar a la Luna de un lugar a otro (!!); y todo para calmar a las masas. Pero ya era demasiado tarde para convencer a los sectores más críticos de la sci-fi. Parece ser que todas estas dificultades contribuyeron decisivamente a la ruptura sentimental de sus creadores, Gerry y Silvia (Además de llevarles a la bancarrota, tardando Gerry varios años en recuperarse economicamente para embarcarse en nuevos proyectos). Los norteamericanos, acostumbrados a series de acción tipo Star Trek, acogieron con frialdad la primera temporada de una serie de aventuras que precisamente carecía de eso, de aventuras. Los argumentos de esa primera tanda de episódios adolecían de una falta de ritmo y una pesadez extrema, incluso para la época. Parecían estar inspirados en lo más soporífero del cine europeo de autor. Con los años hemos de reconocer que la serie era en verdad espesa, pesimista y a veces demasiado críptica. Vista hoy día conserva ese sabor extraño de lo que pretencioso que no alcanza a hacerse comprensible ni brillante pese al esfuerzo. Le faltaba chicha. La audiencia estaba despistada con tanto oscurantismo new wave y arte 'trascendente': juegos de luces, planos inverosímiles... enturbiaban a menudo la escasa emoción de los aburridos guiones. Pese a las novedades introducidas en pos de reflotar la serie (los nuevos capítulos se volverían más aventureros, más intensos y, en suma, más entretenidos; el personajes de la atractiva Maya, una extraterrestre capaz de transformarse en cualquier ser vivo, se convertiría en uno de los iconos de la serie al sustituir al pesado del doctor Bergman,) el éxito de Espacio 1999 fue más bien escaso. Lo que no significa que entre cierto pequeño y entusiasta grupo de seguidores (entre los cuales se incluye un servidor) se convirtiera en una serie de culto. En España la serie llegó a ser incluso más famosa que Star Trek.Águilas llamando a Base Lunar Alfa
De Espacio 1999 uno recuerda sus aires de hospital aséptico, sus computadoras llenas de luces que no servían para nada, aquellos trajes de centro médico y los peinados repollo de los tripulantes. Espacio 1999 resultaba también prolija en planetas de cartón piedra y maquetas que hoy día se nos antojan de escasa credibilidad (para que se hagan una idea, las naves espaciales de Los Aguilas de la Base Lunar parecen como los módulos espaciales de Lego o Playmobil) pero que en su día eran de lo mejorcito que uno podía visionar en una pantalla de televisión. La estética de los 70 era poderosa: aquellas largas patillas, flequillos bien poblados, peinados de clara inspiración glam; uno rememora todo aquello y descubre sin rubor que las series son hijas de su tiempo. Otra de las 'rarezas' de la serie la constituía el romance lunar, por llamarlo de alguna manera, entre la doctora Helena Russell y el capitán Koenig, interpretados por Martin Landau y Barbar Bain, matrimonio en la vida real (juntos habían participado anteriormente en la popular serie Misión imposible), lo que hace todavía más increible la poca química de la pareja en pantalla. Martin Landau es un gran actor, no cabe duda, pero sus tiempos de galán habían quedado atrás. Con todo, 1999 ya pasó y la Luna sigue inmaculadamente en su sitio.
(a Eugenio Sánchez Arrate le debemos estas líneas)
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