Desde Jamaica, al igual que aquella delicia de péli canábica titulada "The Harder They Come"(1972), es de donde proviene ROCKERS (Ted Bafaloukos, 1978). Si la primera ya nos mostraba la otra cara del negocio musical -el del reggae, su mayor fuente de exportación- emparentándola con las blaxploitation americanas, en cuanto sacaba a relucir al igual que aquellas todos los problemas económicos, raciales, sociales y culturales de la gente de color (solo habría que cambiar Brooklyn por Kingstown), Rockers insiste en más de lo mismo. Cine quinqui. Cine del, y para el guetto. Ambos títulos no son más que pretextos para aprovechar el tirón que la música jamaicana gozaba en aquellos momentos (las dos llevan por título el nombre de sendas canciones de Jimmy Cliff y Bunny Wailer respectivamente, amén de estar interpretados por los propios músicos y actores no profesionales), sí. Pero tienen clase. La clase chulesca, macarra y gamberra que tanto gusta de resaltar desde estas páginas. Y de paso, además de entretener y hacernos pasar un buen rato escuchando buena música, aprovechan para denunciar las condiciones y situaciones reales del submundo jamaicano. Que visto lo visto dejaba de ser, o distaba mucho, del paraíso que creíamos conocer. Seguramente (no dejamos de hablar de una película) la realidad difiera bastante de lo visto en Rockers -en éste sentido "The Harder..." era mucho más precisa, pienso yo- pero la esencia y el mensaje que ambas pretenden lanzar está ahí. Diríamos que flota en el aire... se puede fumar.
Jamaica está que arde...
Leroy "Horsemouth" Wallace, batería real del grupo Inner Circle, no quiere ser un esclavo del negocio, ni de la sociedad que él denomina Babilonia. Decide montárselo por si mísmo, vendiendo discos por su cuenta. Para éllo pide préstamos a sus amigos para poder comprarse una moto con la que repartir sus singles. Quiero encontrar su propio lugar y vivir según sus principios (los de la religión Rastafari). Pronto se le irán a hacer puñetas sus anhelos de hacer negocio. Le roban la moto y sus discos fiados. De hecho Leroy es demasiado legal. -En una escena intenta que un rasta (todas las frases de la péli terminan con ésa palabra: rasta, que viene a ser algo así como "hermano") le pille un single, éste le dice que no tiene dinero ni tocata en el que escucharlo, así que Leroy se lo acaba regalando y diciéndole que seguramente algún "hermano" tendrá un plato en el que pincharlo..- Con una filosofía así (que ni mucho menos contaría con el beneplácito de Ramoné ni la SGAE) Leroy deja claro sus principios: antepone la música a todo lo demás.
Nuestro León de Judha motorizado, de andar bailarín lisiado y ojos ensangrentados, se pasará media péli buscando su moto mangada. Descubrirá que unos mafiosos, que resultan ser los que mueven el percal del negocio musical, son los que andan detrás de ése y más robos. Y como ésta es una historia en el fondo feliz, nuestros colocados colegas tomarán venganza a golpe de reggae y... empañando la historia (por así decirlo) del eminente optimismo que esta rítmica y colorída música desprende.
Suena buen reggae (y subgéneros como el roots). De cabo a rabo los sonidos de Burning Spear, Peter Tosh, Lee Perry & the Upsetters, Gregory Issacs.... impregnan el film. Pero de entre todas las canciones de la película sobresale la tremenda "Sweet Sensation" de los Melodians. Música de raíces que viene a resaltar el grado de unión existente entre el blues, soul, jazz, ska, reggae... y todos esos sonidos importados desde el corazón de Africa. Un lazo que une a pueblos y razas...
¡¡¡Rula ese porro, rasta!!!
1 comentario:
Vuelvo a repasarla una vez más, y me parto el culo en una secuencia a mitad de péli -que parece estar puesta de relleno o añadida para alcanzar un metrage justo- en la que nuestro rasta y un colega ¡vestidos igual! (y es que las pintas, con todo un desfile de trajes de colores y gorritos horteras, que se gastan estos tíos son la pera..)entran en un garito de moda en el que no suena buena música rockers sino "demasiado soul"(sic)y en el que no están nada a gusto, y deciden "cambiar el ambiente" apoderándose de la cabina del pinchadiscos y liando la marimorena. Me hizo recordar los cientos de veces que tuve la tentación de matar al pincha de las discos de baile o pubs a los que entrábamos a ciegas cada finde que salíamos por ahí. El sueño de todo rockers je, je,...
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