sábado, 22 de junio de 2013

CINE CON TEMÁTICA ROCK POR UN TUBO. Presentamos la nueva obra maestra de David Chase

NOT FADE AWAY (David Chase. 2012).
Los amantes del rock sesentero y setentero no salimos de nuestro asombro... bueno, los amantes del buen rock en general (y no me hagáis explicar lo que entiendo por 'buen'). Y es que últimamente directores de cine se han puesto las pilas y han logrado filmar dignas películas con temática rockera  lo más alejadas del tópico, típico e insípido biopic hollywoodiense ("Good Vibrations", la otra referencia en esta entrada, es otro claro ejemplo de la bonanza del cine-rock a la que nos referimos). Eso es lo que siempre demandábamos los 'buenos' aficionados a estos sonidos antiguos a la hora de querer ver una historia rockera en el cine: honestidad, respeto, y el deber de entretener y homenajear la vida y la obra del músico, banda, cantautor, compositor, periodista musical, roadie, mánager, productor, groupie o movimiento cultural alguno que se tienda a introducir en el guión de una película. Masoquistas musiqueros como somos, nos lo tragamos todo (o casi), es cierto, aunque no perdemos nunca la esperanza de encontrarnos esa péli de actitud rockera que dignifique brillantemente el mundo que más amas. Not fade away (¿te suena de algo el título?) lleva música en cada fotograma al igual que su director David Chase la lleva en las venas. Por fin una película con la que me identifico, sincera y emotiva. Encima divertida y genial. Un film que ya es leyenda tumbera.

Si alguien creía que el creador de Los Soprano iba a vivir de rentas, se equivocó. Menudo debut en pantalla grande ha tenido el tío. Solo un ferviente adorador de la música del Diablo, conocedor de los entresijos y con experiencia en el ramo, podía brindarnos una historia tan bella, fiel y tan realista. Repleta de clásicos olvidados del rock americano de todos los tiempos (el ilustre Steven Van Zandt anda por el medio, así que atentos a la banda sonora),  para nada sensible ni cursi (ni teniendo que abordar una historia de amor entre dos de sus protagonistas), filmada desde el corazón, y con el latente aroma que desprende una ciudad tan musical como Nueva York. Un entrañable ejercicio de nostalgia para cuarentones de religión stoniana (el comienzo de la peli con la secuencia del famoso encuentro entre Jagger y Richards en aquel tren, nos aventura lo que está por llegar). En el fondo, además de una enorme película, disfrutarémos de una magistral clase de historia del rock and roll. Aquel quejido exhalado en las plantaciones de algodón por los esclavos negros, propagado a rebeldes blanquitos de patilla larga, pulido previa parada en Londres, destino Los Angeles vuelo charter al CBGB (de modo parecido a como lo planteara Ralph Bakshi en su excelente largometraje de animación American Pop , de1981) que tanto nos emociona. El rock es la segunda cosa más grande, o el segundo mejor invento si lo prefieren, que ha donado los EEUU a la humanidad (la primera fue la bomba atómica, como bien recuerdan en el film), y créanme si les digo que hubo un tiempo en el que bandas y músicos demostraron que tener éxito y ser jodidamente buenos no estaba reñido con el rock and roll (Beatles, Rolling Stones, Who, Dylan, Kinks, Hendrix...). Comprendan tanta emoción y entusiasmo con Not Fade Away, pero es que hacía tiempo que esperaba comentar un film tan cojonudo como éste.
SINOPSIS: Para lunáticos del cine-rock de autor. Para incrédulos y abnegados que desconozcan los poderosos mecanismos emocionales de un riff. Para todos aquellos rockeros desclasados que siguen esperando un milagro. Para deleitar a ese fan sufridor que todos llevamos dentro. Para nostálgicos pop. 

MI ESCENA: El padre, al borde del camino, en silencio, viendo partir a su hijo. La secuencia resulta más emotiva, al conocer nosotros, y no el chico, que el padre padece cáncer. El lento y respetuoso movimiento de cámara y la mirada del actor, sin música que enturbie ese momento, produce admiración y aporta algo más que calidad a una secuencia mil veces rodada en el cine. En un momento de interpretación del ADIÓS, sublime, por parte de un James Gandolfini que dudo vuelva a repetir algo semejante en lo que le queda de carrera. (Llegado el momento de editar este borrador me entero de la repentina y sorprendente muerte de 'Tony Soprano' -de ataque al corazón con sólo 51 tacos-, lo que significa que esta secuencia cobra todavía más tristeza y grandeza de lo que creía. DESCANSA EN PAZ amigo James). 


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GOOD VIBRATIONS (2012)
"Teenage Kicks" (The Undertones) es para muchos la mejor canción de la historia. Al menos así lo pensaba John Peel, respetado crítico musical que murió defendiendo tal teoría. Ya no digamos Terri Hooley, individuo partícipe de grabar susodicho pedazo de canción a expensas de arruinarse en tal empeño. Sobre la persona y los sueños de este entrañable irlandés gira el guión de esta pelicula. Personalmente les confesaré  que pienso mandar pinchar este temazo el día en que me quemen, mal que le pese a mi santa madre. Como queda reflejado en el film, se trata de algo más que una simple canción. Hablamos de una 'afirmación'. De un sentimiento de vivir. De un imposible posible. De un momento épico.
 Existen sujetos nacidos para perder gozando. Como el bueno de Terri. Un perdedor que soñaba a lo grande. Un tipo sin más ambición que abrir una tienda de discos que acabaría en sello discográfico. "Buenas Vibraciones", la llamó. Pero el lugar y tiempo elegido para dicha hazaña no eran las playas californianas en las que florecieron los Beach Boys. Se trataba del Ulster en los 70. O lo que es lo mismo: ¡una diaria puta guerra a las puertas de tu casa o negocio!. Hooley iba a necesitar algo más que el espíritu de Hank Williams si quería abrirse paso entre tanta bomba y gilipollez. Y fue en el marco de todo ese conflicto sangriento de disputas religiosas, de odios y rencores irreconciliables, de libertades oprimidas, barrios en llamas y labios sellados para siempre, donde se gestaría la leyenda de Terri y su fraternal idilio con los sonidos regeneradores del emergente punk.
Poco importará al rebaño (de hecho ya se retrasa considerablemente su estreno en salas, lo que nos hace pensar mal) las penas y alegrías del Terri real. Mucho nos tememos que el poso que deje en el espectador medio dependerá de la calidad del film. Ni residuo de la música al acabar la velada. Asistirán a lo que creen es la representación de una comedia, pero no pillarán el chiste. Echarán en falta sus gafas tridimensionales y los efectos digitales que no aparecen por ningún lado. Si cabe, el jurado popular dictaminará su protocolario "estuvo divertida" y asunto resuelto. Suerte que existimos nosotros, los que babeamos con cada nota de canciones como "teenage kicks" y palidecemos por películas como ésta. Al fin y al cabo no deja de un querido homenaje a todos los personajes y sonidos que amamos. La peña que alucinó con films británicos de referencia como "24 Hours Party People" o "Control" agradecerán el esfuerzo conjunto de Lissa Barros y Glenn Leyburn por dar vida a esta bonita historia. Amigos tumberos, estamos de enhorabuena. Dos cuentos de rock'n'roll nos caen del cielo.... Que siga la racha.




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